Mis mejillas se enrojecían

Entonces vi cómo mis mejillas se enrojecían y no pude apartar mis ojos de los suyos.

No sabía cómo había llegado hasta su casa. Lo último que recordaba era que había llegado a casa muy cansada, había puesto música y, al sonar esa canción que tanto me recordaba a él, mi mente había comenzado a volar.

Mis pensamientos fluían al mismo tiempo que mi corazón se aceleraba. Me faltaba el aire. Necesitaba salir a la calle y sentir cómo la brisa me golpeaba en la cara.

Comencé a andar, casi a correr, sin tener un rumbo exacto, pero de un modo u otro mi cuerpo sabía dónde quería llegar mi corazón. Me encontraba frente a él.

Nuestras miradas se cruzaban de nuevo, pero esta vez lo hacían de un modo distinto.
Estábamos más cerca que nunca y ambos notábamos que nuestros corazones latían al mismo ritmo.

Nos fundimos en un beso lento, suave, que invitaba a soñar y a no querer despertar.

Y entonces sentí como mis mejillas se enrojecían y no pude apartar mis ojos de los suyos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Fotografías

Tierra y mar

Reseña - Diez negritos de Agatha Christie