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Mostrando entradas de junio, 2017

Si sólo supieras...

Si supieras, si sólo supieras que no hay ni un solo día de mi vida en el que no piense en ti, en el que no necesite saber cómo estás, qué has hecho durante el día o cómo te ha ido en el trabajo. Si supieras que hay momentos en los que no puedo escuchar lo que me cuentas porque mi cabeza viaja a otro lugar, uno en el que no existen las negativas, en el que solo estamos tú y yo, en el que no existen las dudas. 

Tatuajes

De todos los tatuajes  que llevo en mi piel los que más me gustan  son los que me haces con tus labios. Cada vez que me rozan,  cada vez que me muerden, cada vez que me besan, tiran, estiran dejan una huella más fuerte en mi interior. 

Y sigues sin entenderlo

Y sigues sin entenderlo: que lo único que quiero es saber que estás bien,  saber que tu risa vuelve a sonar de la forma más sincera posible.  Que ya no lloras por el pasado,  que quieres emprender tu futuro con alguien que te valore que no te haga daño cada vez que tiemble la tierra.  Que mereces ser feliz,  tanto o más como me lo haces a mi. Que no tiene por qué ser conmigo,  me vale con que sea contigo,  con que te levantes de la caída y vuelvas con las mismas ganas a enamorarte del amor,  del de tu vida o del de la mía. 

El día que me di cuenta de que no era Superwoman.

Hace un par de semanas me di cuenta de que no tenía superpoderes.  Cuando tu cabeza te pide una pausa, lo mejor que puedes hacer es dársela. Si necesitas parar de ti mismo, para. No pasa nada. A veces es mejor parar en seco y pensar en lo que estás haciendo, organizar todo de nuevo y priorizar tus preferencias que seguir haciendo todo lo que hacías por el simple hecho de tener una rutina definida desde mucho tiempo atrás.  Darle un respiro a la mente no es nada malo. No hablo de meditar, no. Hablo de escuchar lo que te está diciendo, hacerle caso a las señales que te manda. Puede que te falte energía, que te falte el aire, que te sobre la gente e incluso tú mismo...  Eso hice yo hace un par de semanas. Tuve que parar mi cabeza, tirar del freno de mano y respirar hondo. Entendí que no puedo hacer todo lo que quiero hacer al mismo tiempo y, que si lo hago, no puedo hacerlo todo al 100%. Necesito priorizar y darle más importancia a lo que más me llena. Por eso me hice una l