Lo que callan los búhos.

Ocho personas han sido elegidas aparentemente al azar para disfrutar de unos días de vacaciones en la Isla del Negro. Todas reciben una carta en la que U.N.Owen les invita a la Isla del Negro. Ellos creen que Owen es una persona con la que coincidieron en el pasado, pero nadie recuerda exactamente el momento ni la situación. Cuando llegan a la isla, el mayordomo de la única casa que hay en la isla les recibe y les comunica que el anfitrión no está en la isla, pero pronto llegará. Los invitados se instalan en sus habitaciones y descubren que en todas hay una canción de cuna que dice así: “Diez negritos salieron a cenar; uno se asfixió y entonces quedaron nueve. Nueve negritos estuvieron despiertos hasta muy tarde; uno se quedó dormido y entonces quedaron ocho. Ocho negritos viajaron por Devon. Uno dijo que se quedaría allí y entonces quedaron siete. Siete negritos cortaron leña; uno de ellos se cortó en dos mitades y entonces quedaron seis. Seis negritos

Eres como ese amor de película con besos tan largos que sólo ven su fin cuando salen los créditos. Pero al revés. Tú has llegado sin hacer ruido, desalojando la sala  para después convertirla en el paraíso de las emociones. Ahora es mi turno para hacer que la historia tenga un comienzo de película, con banda sonora, pero sin guión, sin prisas ni risas enlatadas. Tampoco publicidad engañosa que crea falsas expectativas y tras la cual llegan los arrepentimientos y las decepciones. Ahora es mi turno para hacer que merezca la pena gastar tu tiempo en esta historia. ¿Capaz o incapaz?

Miedo a estar y a no estar.  Miedo a preguntar y a responder.  Miedo a levantar mucho la voz                  y a que no se te oiga Miedo a estar y a no estar.  Miedo a llegar a casa y a no llegar.  Miedo a cualquier conversación                  y a cualquier silencio. Miedo a estar y a no estar.  Miedo a saber y a no saber.  Miedo a las reacciones y a no reaccionar.  Por mucho que lo maquilles, vivir con miedo no es vivir. 

Brindo por mí. La luna llena, que hoy brilla más que nunca, ilumina las paredes que tanto han vivido. Y en la perfecta soledad que empezaba a extrañar brindo por ti y por mí. Por cada una de las copas que no nos llegamos a tomar porque las prisas y las risas llegaron sin apenas avisar. Por las lunas que nos observaron mientras tejíamos nuestra historia. Por las noches en vela que nos regalamos mientras aún nos brillaban los ojos. Por la piel latiendo en nuestras manos y las bocas ardiendo de deseo. Por todas esas lunas, que antes nos iluminaban y hoy me acompaña mientras recojo las piezas del puzzle que hoy le regalo a otro. Y en el fondo de la botella por fin brindo por mí.