Nuestro rincón en el parque

Nuestra primera cita. ¿Dónde iba a ser? En el parque que hay cerca de tu casa y cerca de la mía.

Ese lugar, con el muro cerca de la arboleda se convertiría en nuestro lugar. Donde íbamos a parar siempre que no sabíamos dónde ir. A ninguno nos gustan los bares así que desde un principio sabíamos que nuestra primera cita tendría que ser en un lugar como este, lleno de niños correteando y al aire libre.
Esos niños que éramos nosotros dispuestos a darnos a conocer como quien intenta hacer amigos en el primer día de colegio. Tienes que estar atento a los detalles, a las miradas y a lo que no se dice, pero se deja caer. Tienes que estar alerta para poder recabar toda la información posible. Y yo lo estuve, y encontré ese defecto tuyo que no pude pasar por alto.

No fue aquella tarde en el parque, sino unos días más tarde cuando empezaste a agobiarme con preguntas y más preguntas para las que yo no tenía respuesta. Empezaste a intentar controlar mi vida sin tener ningún derecho a hacerlo. No querías perder ningún detalle de mi vida, por pequeño que fuese, y tenías que estar al tanto de todos mis movimientos.
Ese afán tuyo por controlar todo lo que pasaba era lo que más rabia me daba. Siempre encima, como si fuese a hacer algo mal. No podía soportarlo.

Por eso aquella tarde me fui al parque. Sola. Sin esperar que nadie viniese a buscarme para volver juntos a ningún sitio. Quería la libertad que tenían los niños a los que se les permitía jugar en cualquier rincón y correr por cualquier trozo de césped. Quería poder sentir esa sensación de tranquilidad que se siente cuando todo a tu alrededor está bien.

Quería, en definitiva, no estar atada a ti. Y por eso aquella fue la última vez que pisé ese rincón del parque en el que dejé todo lo que me ataba a ti. 

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