Buscando una excusa

Habían pasado nueve años desde la última vez que se vieron. 


Ella estaba en una cita, él era el camarero de aquel restaurante italiano. 

Carla estaba nerviosa desde antes de llegar la hora de la cita. Era la primera vez que quedaba con Jaime, aunque lo había visto varias veces cuando salía con sus amigos. 
Pidieron la cena y, para acompañar esos tortellinis rellenos de setas pidieron también una botella de vino.

La cita iba avanzando y Carlos se había negado a ser su camarero esa noche, pues pese a que había pasado tanto tiempo, él seguía considerándola el amor de su vida. 
Nunca se había atrevido a decírselo, pero cuando la vio reírse un par de veces supo que no podía volver a perder la oportunidad. Le pidió un bolígrafo a su compañero y le escribió una nota a Carla. 

"Te espero a la 1:30 en el Puente de las Rosas"

Cuando llegó la hora, Manuel estaba bastante seguro de que Carla no iba a acudir a la cita. Era ya la 1:40 cuando, de repente, Carla apareció por la esquina de la mercería. 
Manuel no se había dado cuenta de que ella estaba llegando y, cuando la vio a su lado, siguió contemplando el reflejo de la luna en el agua. 
- El río está tranquilo. 
- Pero tú no lo estás.

Manuel sacó un cigarillo y un mechero del bolsillo y, tras varios intentos, llegó a la conclusión de que el mechero no funcionaba.
- Toma, quédatelas. Nunca las utilizo. 
Carla le dio una caja de cerillas para que pudiese encender su cigarrillo. 


Comenzaron a hablar y al hablar. Cuando se dieron cuenta eran casi las cuatro de la mañana. Habían estado caminando la última hora y habían acabado en la playa, sentados en la arena hasta que ella había caído dormida. 

Cuando se despertó vio que era muy tarde, cogió su bolso y se despidió de Manuel con mucha pena. Quería seguir pasando tiempo con él, pero sería otro día. Ahora se tenía que ir. 
Al llegar a casa se dio cuenta de que no tenía la llave. La había perdido. 
Justo en ese momento Manuel la llamó. Se había encontrado unas llaves en la playa antes de irse del lugar donde habían estado. Supuso que eran de Carla y las guardó. 

Ya tenían la excusa perfecta para verse de nuevo. 

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